El siglo XX recién había llegado a su mitad, y en un pueblecito de Italia, apartado de las grandes ciudades, se produjo una larga sequía que amenazaba con dejar en la ruina a todos sus habitantes. Claro, por aquel entonces no había tantos ingresos a causa del turismo como hoy día, eran tiempos de necesidad, y el pueblo entero dependía para subsistir del fruto del trabajo del campo.
A pesar de que la mayoría de sus habitantes eran creyentes en Dios, ante esta situación extrema, todos los habitantes se unieron a una para inquirir ante el párroco por qué razón el Hacedor permitía esto, y si no habría manera de solventar la escasez que se les avecinaba. Por ello, le preguntaron:
- Padre, si Dios es tan poderoso ¿Por qué no le pedimos que envíe la lluvia necesaria para acabar con la sequía?
- Está bien, hijos míos, le pediremos al Señor, pero tengo que ponerles una condición indispensable (contestó el sacerdote católico).
- ¡Díganos cuál es! (respondieron todos).
- Tenemos que pedírselo con fe, con mucha fe...
- ¡Así lo haremos, y también vendremos a misa todos los días!
Los campesinos cumplieron su compromiso de asistir a los oficios diarios de la parroquia, pero las semanas transcurrían y la esperada lluvia no aparecía. Cierto día, cansados por tanta tardanza y enfurecidos por la supuesta indiferencia de ese Dios del que el cura les predicaba a diario, fueron todos a confrontarlo con sus reclamaciones:
- Padre, usted nos dijo que si le pedíamos con fe a Dios, Él enviaría la lluvia, pero ya van tres semanas y no hay respuesta alguna.
- Pero (respondió el párroco) no estoy del todo convencido de que ustedes hayan cumplido su parte del trato... ¿Han pedido con verdadera fe?
- ¡Sí, por supuesto. Claro que sí! (gritaron al unísono).
- Entonces, (concretó el sacerdote mientras sonreía) si dicen haber pedido con fe verdadera... ¿Por qué durante todos estos días ni uno solo de ustedes ha traído a las misas su paraguas?
A pesar de que la mayoría de sus habitantes eran creyentes en Dios, ante esta situación extrema, todos los habitantes se unieron a una para inquirir ante el párroco por qué razón el Hacedor permitía esto, y si no habría manera de solventar la escasez que se les avecinaba. Por ello, le preguntaron:
- Padre, si Dios es tan poderoso ¿Por qué no le pedimos que envíe la lluvia necesaria para acabar con la sequía?
- Está bien, hijos míos, le pediremos al Señor, pero tengo que ponerles una condición indispensable (contestó el sacerdote católico).
- ¡Díganos cuál es! (respondieron todos).
- Tenemos que pedírselo con fe, con mucha fe...
- ¡Así lo haremos, y también vendremos a misa todos los días!
Los campesinos cumplieron su compromiso de asistir a los oficios diarios de la parroquia, pero las semanas transcurrían y la esperada lluvia no aparecía. Cierto día, cansados por tanta tardanza y enfurecidos por la supuesta indiferencia de ese Dios del que el cura les predicaba a diario, fueron todos a confrontarlo con sus reclamaciones:
- Padre, usted nos dijo que si le pedíamos con fe a Dios, Él enviaría la lluvia, pero ya van tres semanas y no hay respuesta alguna.
- Pero (respondió el párroco) no estoy del todo convencido de que ustedes hayan cumplido su parte del trato... ¿Han pedido con verdadera fe?
- ¡Sí, por supuesto. Claro que sí! (gritaron al unísono).
- Entonces, (concretó el sacerdote mientras sonreía) si dicen haber pedido con fe verdadera... ¿Por qué durante todos estos días ni uno solo de ustedes ha traído a las misas su paraguas?
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Decir que creemos en Dios es como una "costumbre". Se oye decir a menudo: "Yo tengo mucha fe", pero se confunde la fe con el fervor, y a veces con la superstición. Incluso a veces erramos pensando que la fe se puede comprar con misas y otros ritos... Pero la fe es confianza despreocupada, es seguridad en lo que esperas recibir, es tranquilidad basada en el amor de Dios, en que Él sabe lo que necesitas y de veras puede responder...
Pensemos desde hoy antes de pedir y pedir, si somos coherentes con esto. La fe es como sentarse en un sofá: Te das media vuelta, dejas de verlo, confías es que seguirá allí cuando decidas tirarte hacia atrás, a ciegas, te lanzas... Y tranquilamente te recibe en sus mullidos colchones.
Pensemos desde hoy antes de pedir y pedir, si somos coherentes con esto. La fe es como sentarse en un sofá: Te das media vuelta, dejas de verlo, confías es que seguirá allí cuando decidas tirarte hacia atrás, a ciegas, te lanzas... Y tranquilamente te recibe en sus mullidos colchones.