Aguas Limpias

El día era caluroso, y el camino se hizo más largo de lo previsto. Tras una enorme caminata, pude al fin divisar un pequeño establecimiento donde pensé encontrar algún refresco que pudiera saciar mi sed.

Al acercarme, pude ver que no era gran cosa, y se veía descuidado y algo viejo. Me acerqué al mostrador con incertidumbre, y tuve que llamar a voces al dependiente, pues no parecía haber nadie. Al fin, un hombre de edad madura se acercó sin prisa y me preguntó:

- ¿Qué desea? ¿Algún aperitivo?
- Me bastaría con un poco de agua. Calculé mal el trayecto y agoté cuanto tenía. Comida llevo, y cuantos utensilios se imagine también, pero... Nada de beber.
- Bueno, le puedo ofrecer una botellita de esta marca, o si lo prefiere, un vaso de agua medicinal.
- ¿Agua medicinal? ¿Qué es eso?
- La que recogemos nosotros mismos del río que discurre tras esta finca.
- ¡Ah no, gracias! Prefiero la botella. No se ofenda, pero viene precintada, con registro de garantía y de sanidad...
- No siga, no es necesario: Todos dicen lo mismo, nadie prueba mi agua. La gente de la ciudad se cree que lo sabe todo.
- No se ofenda pero, las medidas de higiene que siguen en la elaboración de estas botellitas, seguro que son más estrictas que las que usted pueda ofrecer.
- ¿De veras? Usted bebe tranquilo ese agua porque tiene etiquetas que le hacen confiar. Mi agua no tiene etiquetas porque no las necesita...
- No estoy de acuerdo. Bebo tranquilo porque sé que es agua de manantial.
- ¿Acaso usted a visto de donde sale? ¿Ha comprobado si son tan limpios esos procesos como usted cree? Por eso le digo que usted bebe tranquilo por la etiqueta, porque se cree lo que en ella pone, pero nunca se ha planteado que la etiqueta pudiera ser mentira ¿Verdad?
- Bueno, si fuera así, los de sanidad ya habrían hecho algo.
- No continúe, esa canción la conozco. Venga conmigo y luego hablaremos si lo cree oportuno. De todos modos, tome esta botella y sacie su sed, pero no haga como todos los demás, que compran dos o tres botella y se marchan corriendo.

Mientras caminaba para alejarnos de la casa, pensaba cómo me habría dejado convencer tan fácilmente a acompañar a este hombre, quizás por no ser descortés, quizás por curiosidad... Curiosidad que me guiaría más tarde a descubrir una las realidades más importantes de mi vida.

Tras bajar un pequeño sendero, el camino se hizo estrecho entre la maleza, pero al poco, llegaba a un lugar que no pensé que pudiera esconderse en aquel paraje: Todo era verdor, y un paradisíaco lago nos esperaba quieto, sereno. Poco después, buscando el surco de un arroyo, subimos hasta el lugar en el que las grietas de la roca brotaban con abundancia formando un cristalino estanque. Era el lugar más relajante que jamás he conocido en la tierra.

El hombre metió un recipiente bajo aquel bucólico chorro, y me la dio a probar. Él tomó también, para mostrarme que el agua no era dañina. Reconozco que nunca había probado un agua tan suave, insabora y fresca como aquella. Entonces mi repentino compañero me preguntó:

- ¿Qué tal?
- Excelente (contesté) No imaginaba encontrar esto aquí.
- Yo no sé si la etiqueta de esa botella será veraz o no, pero le aseguro que usted está bebiendo ahora verdadera agua de manantial, recién salida de la madre tierra, filtrada por las nobles montañas que regalan sus minerales a este vital líquido. Usted, como tantos, está acostumbrado a que se lo den todo hecho, a leer las etiquetas y creer lo que dicen, a juzgar las cosas por las apariencias; hasta el día de hoy, usted no había venido al origen real de las aguas, usted creía beber agua de manantial, pero hoy puede estar seguro de que realmente lo ha hecho. En el origen de las cosas se encuentra su esencia, su pureza, y aún si me apura, la verdad misma. No beba del grifo si puede beber directamente del mismísimo manantial.

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Nos acostumbramos a que nos digan cómo tenemos que vestir, qué tenemos que beber o comer, qué tipo de coche nos debemos comprar, qué música debemos cantar, y en medio de tanto bullicio, nuestra voz se ahoga en la soledad de las multitudes, entre las que, como pequeños seres anónimos, nos perdemos.

Si miramos por un momento la Biblia desde esta percepción, quizás nos demos cuenta de que algunos pueden no haberle prestado atención por las "etiquetas" con las que nos la han presentado, por las "apariencias" de otros que nos han hablado de ella sin vivirla de verdad, o quizás lo mas grave, por las religiones que la han querido convertir en un conjunto de normas morales que cumplir para alcanzar cierto "estatus" ante Dios.

Yo no te voy a convencer de nada, pero quiero retarte a algo. Veamos la Biblia como si nunca nos hubiesen hablado de ella, encontremos la sencillez que esconde tras la fachada de complicación con la que algunos "eruditos" la han embotellado, y los más importante, usémosla para conocer a Su Autor de una forma vital y dinámica. No pretendo dar clases de erudición, pero sí abrir tus ojos a una realidad que quizás hasta el momento haya estado escondida por causa de una botella mal etiquetada.

A veces me doy a conocer con el seudónimo de "El Peregrino", porque soy como un peregrino, un viajero por tierras extrañas en busca de la verdad. No pretendo haberla alcanzado, pero una cosa hago: Ignoro las apariencias, las etiquetas y las cosas que creía saber, y voy en busca del origen, en busca de la fuente misma, porque ¿En qué otro sitio se puede encontrar agua limpia y saludable si no es en el mismísimo manantial?

Espera un Poco


Cierto hombre, en época de invierno, necesitaba algo de leña para alimentar la lumbre de la chimenea de su cabaña, de manera que acompañado de su hijo, buscó un árbol muerto y lo cortó.

Pero luego, cuando el mal tiempo pasó y llegó la primavera, pudo darse cuenta con gran tristeza, que al tronco marchito que meses atrás cortara, le empezaron a brotar pequeños retoños, casi a ras del suelo.

Iba nuevamente con su hijo, quien le vió muy pensativo al observar el tronco talado y reverdecido; por eso le preguntó:

- ¿Qué pasa papá? Sólo es un árbol...

- Pero creía que ese árbol ya estaba muerto, y me equivoqué. ¡Claro! Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y se caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. ¿Qué iba a saber yo...? Sin embargo, está claro que me equivoqué, pues ahora advierto que aún tenía la vida escondida en su interior... ¿Sabes hijo? Esto me ha hecho pensar en algo, y espero que te sea útil, quizás así el árbol no haya sufrido en vano; mira el árbol.

El adolescente así lo hizo, y luego miró de nuevo a su padre, esperando escuchar qué cosa tenía que decirle. Al fin, con gran atención pudo oír de labios de su progenitor:

- Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno... Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes determinaciones importantes mientras estés en un mal estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará, la claridad y la lucidez reverdecerán; sabiendo aguardar los momentos propicios, cuando tu mente sepa valorar bien las cosas, podrás tomar decisiones equilibradas de las que no lamentarte más tarde... Recuerda siempre que los malos momentos del invierno son pasajeros: La primavera volverá, y entonces sabrás mejor qué hacer.

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Tomar decisiones se puede hacer en un instante, pero tomar
buenas decisiones, de esas de las que luego no tendrás que arrepentirte, requiere gran práctica, paciencia y sabiduría.


A veces, por correr demasiado, por no saber esperar, nos embarcamos en empresas que luego nos dan muchos disgustos. En otras ocasiones, "cortamos" cosas sin pensarlo bien, y con ello impedimos que crezcan o vengan a nuestras vidas otras mejores.

Tómate tu tiempo para meditar las decisiones importantes; el bache de una depresión o una decepción no es el lugar idóneo para tomar una decisión... Y por supuesto, recuerda que hay Alguien que siempre estará dispuesto a "echarte un cable" si de veras le das la oportunidad.

Uniendo Esfuerzos

En Alaska, se celebra todos los años una carrera de unos 1.800 kilómetros de distancia para trineos remolcados por fuertes perros (mushing), y en la que muchos corren por el dinero del premio y por el prestigio que otorga a los ganadores:
La Iditarod

Esta competición, conmemora una “carrera” que sucedió en realidad, muchos años atrás, pero con el único fin de salvar muchas vidas.

En enero de 1926, un niño de seis años, llamado Richard Stanley, mostró síntomas de difteria. Esto dio la voz de alarma en el lugar, pues mostraba la posibilidad de un brote de esta terrible enfermedad en el pequeño poblado de Nome.

Cuando el niño murió un día más tarde, el doctor Curtis Welch comenzó a inmunizar a niños y adultos con un suero experimental (que por cierto, estaba resultando efectivo), contra la difteria. Pero no pasó mucho tiempo hasta que el suministro que usaba el doctor Welch para la fabricación de esta medicina se agotó; el lugar más cercano en el que había algún suero semejante era en Nenana, Alaska, a unos 1.600 kilómetros de durísimo camino, y en plena tundra congelada.

Sorpresivamente, un grupo de tramperos y promotores se ofrecieron como voluntarios para cubrir la distancia con sus equipos caninos. Operando en relevos desde puestos comercial a puestos de caza y más allá... Un trineo dio inicio a la travesía desde Nome mientras que otro, llevando el suero, partió desde Nenana.

Sin importarles el frío, la fatiga y el cansancio, los equipos viajaron sin descanso hasta que después de 144 horas luchando contra vientos impetuosos y temperaturas inferiores a los 50 grados centígrados bajo cero, tras pasar por bosques y montañas, el suero fue entregado en Nome.

Como resultado, sólo una vida más se perdió en la potencial epidemia. El sacrificio de todos ellos les dio al pueblo entero el don de la vida.

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El ser sensible a una necesidad vital, el estar dispuesto a ser parte de la solución y el trabajo en equipo, convirtieron una mortandad segura en una campaña de prevención vital que aún hoy día se conmemora.
Cada cual tenía una parte del camino que hacer, ni el primero ni el último eran más importantes que los demás: Un fallo en la "cadena del milagro" haría fracasar el trabajo de TODOS. Si fuésemos conscientes de esto, si aprendiésemos a vivir en colaboración y no en competencia, lograríamos gestas como estas... Piensa por un momento en cosas que la humanidad necesita, hay muchas, de diversas índoles; ahora plantéate si no eres tú uno de esos que debe formar una cadena para llevar la "medicina" al corazón fatigado, al que carece de vida... Trabajar en equipo implica que todos son necesarios, que todos son importantes, que nadie es superior a los demás... ¡Y que lo que está por encima de todo es la meta que hay que cumplir! ...Y si te llamas cristiano, tu meta se llama "Establecer el reino de Dios en la Tierra". No hay "status" ni "posiciones", sino trabajo en equipo, siendo todos luz verdadera, reflejo del perfecto amigo y ayudador y mesías: Cristo.

Cien Dolares

Os dejo la primera prueba de audio-vídeo de "Historias Para Meditar"
Es cortita y grabada por un solo narrador, pero iremos viendo los temas técnicos para ir mejorando.
Esperamos que os sea útil



Y por supuesto, esperamos vuestros comentarios y críticas, para mejorar en todos los aspectos...

Aprendiendo del Eco

Cierto padre, decidió hacer una excursión con su hijo pequeño al Gran Cañón del Colorado. Su hijo estaba acostumbrado al ruido de la ciudad, al humo, a las aglomeraciones, pero a su corta edad aún no había estado nunca en un lugar natural tan espacioso.

El pequeñuelo no tenía idea de lo que era el eco, y su padre lo sabía. Por eso, estando en una zona profunda, bien metidos entre las escarpadas paredes rocosas, le dijo a Felipe, su niño que gritara todo lo fuerte que pudiera alguna palabra.

El pequeño no tuvo otra ocurrencia que gritar: "¡Tonto!", y claro está, el eco hizo resonar su voz una y otra vez: “¡Tonto... tonto... tonto...!”
Felipe, sorprendido, sin saber muy bien qué era eso, gritó más fuerte: "¡¡Feo!!", y claro, la respuesta fue: "¡Feo... feo... feo...!”
Eso le enfadó muchísimo y le respondió a la misteriosa voz: “¡Malo!” Y nuevamente el eco resonó: "Malo... Malo... Malo...”

El niño de puro enojo e impotencia, comenzó a llorar enfadadísimo. Su padre le abrazó y le dijo:
“Vamos Felipe, no tienes por qué llorar. Escucha” Y el padre gritó: “¡Amigo!” Y el eco resonó: ¡Amigo... amigo... amigo! Luego gritó: “¡Te quiero!” Y el eco repitió: "Te quiero... te quiero... te quiero”.
Entonces, se dirigió al niño y le dijo: “¿Ves Felipe? Él te trata como tú le tratas”

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Muchas veces culpamos a los demás por tratarnos mal o con indiferencia, pero en muchas ocasiones, el trato que recibimos no es más que "el eco" de lo que nosotros mismos hemos dicho o hecho.
La vida puede ser hermosa si la tratamos bien, aunque tenga sus momentos malos... Pero muchos de ellos vienen como consecuencia de nuestras palabras, de nuestros hechos y acciones, de nuestros pensamientos.

Hay cosas que no se pueden evitar en lo natural, pero hay otras que sí. Por eso es que vemos a muchas personas amargadas, tristes y solas, pues lo que hacen es quejarse de todo.
De la misma forma hay muchas personas que viven relativamente felices y tranquilas, agradeciendo a Dios los inmensos regalos que nos da en la vida: La salud, la familia, el trabajo, el aire para respirar, el agua para beber, la comida, la ropa...

Haz la prueba en esta semana, no vivas refunfuñando, no te enojes, no maltrates con tus palabras a nadie, y verás que la vida misma te responde de la misma manera...
Si me dices que eso es difícil, habla con Dios con sinceridad, y pídele ayuda, que viva en tí, que te enseñe a hacerlo, que te regale la presencia de Su Espíritu Santo en tu vida, y entenderás que con Él puedes vencer y encontrar la alegría que no se basa en como te responda la vida, sino en la vida más alta y mejor que puedes tener y esperar.

Las apariencias... empañan

Hace tiempo que no comparto historias por aquí, pero puedes leer muchas nuevas en el libro Las apariencias enpañan, una colección con más ...

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