Un Cuadro

Había una pareja que tenía una niña. Ellos nunca le habían hablado de temas de religión ni de Dios, pues lo menospreciaban, pensaban que no era algo importante para su educación. Había muchas otras cosas más interesantes en las que pensar que en esas tonterías del cristianismo. Al menos, eso es lo que pensaban ambos.

Una noche, cuando la niña tenía sólo cinco años, vivió un cuadro trágico que a nadie deseo: Sus padres pelearon acaloradamente (algo que por desgracia pasaba en aquella vivienda con demasiada frecuencia) De repente, en el ardor de la furia, el padre tomó un cuchillo que había sobre la mesa y... Puedes imaginar qué pasó, justo en el corazón.

La pareja no se habían dado cuenta que la pequeña, asustada por el griterío, se había levantado y estaba presenciando escondida tras el quicio de una puerta, asustada, todo lo que ocurría.

El padre, aún sin darse cuenta de que su quebradiza pequeña los estaba viendo, consumido por la terrible angustia y la desesperación por lo que acababa de hacer, decidió poner fin a su propia vida, totalmente enajenado; no pensó ni tan solo un instante, y con la misma rapidez con la que había apuñalado a su esposa, lo hizo consigo sí mismo.

La pequeña lo vio todo, sin pestañear.

La niña fue enviada a un hogar adoptivo, y pronto encontró a una familia que se ofreció a regalarle un nuevo hogar. Sus nuevos padres no eran muy practicantes de ninguna religión, pero creían en ese Dios del que la niña nada sabía. Por eso cierto día, decidieron remediar la situación, y llevaron a la niña a una iglesia católica, para enseñarle las figuras y cuadros que allí había, pensando que quizás esto ayudaría a la niña a entender con más claridad acerca de ese Dios a quien no conocía.

Mientras miraban por el templo, y explicaban acerca de quién era Jesucristo a la pequeña, se toparon en un rincón con un cuadro que los mismos padres jamás habían visto en aquel lugar, pero les impresionó que no era uno de esos cuadros en los que Jesús estaba todo ensangrentado, sino que el lienzo irradiaba amor y alegría, era especial, distinto de todo lo que le rodeaba. Pensando que sería un buen ejemplo para hablarle a la niña acerca del Dios hecho hombre, señalaron al cuadro y le preguntaron a su nueva hijita:

- ¿Sabes quién es Él?
- Claro que sí –dijo la niñita casi sin pensar. Ese es el hombre que me abrazaba la noche que mis padres murieron...

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Jesús es un convidado invisible, todo lo ve, todo lo sabe... Incluso tiene sus medios para hacerse conocer a los que le necesitan. Quizás pases situaciones difíciles, que no comprendas, donde te sientas solo, sola, olvidado por los hombres y por el mismo Dios. Quizás no tengas la oportunidad de verlo con tus ojos ¡O quizás sí! Pero en todo caso ¿Por qué no tener un corazón simple, crédulo, limpio? ¿Por qué no? Acércate a Jesús con sencillez y dile: Necesito verte abrazándome, necesito conocerte ¡Sujétame en tus brazos de amor!


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