Cuando Jesús Cumplió los 7 Años

¿Qué pasaría si Jesucristo, con siete años de edad, hubiera venido el día de la Navidad del año 2008 a contemplar la tierra? Recuerda, esto es una fábula, porque Dios no es ni ingenuo ni tonto, pero ¿Qué hubiera pensado "este niñito" de sólo siete años al ver nuestro festejos?

Por cierto, saludos a todos en estos días que son tan entrañables para muchos. Os mando mis mejores deseos de paz, amor, y guía de Dios para vuestras vidas, que la verdadera Navidad, el Cristo nacido en Belén, nazca y viva para siempre en cada uno de vuestros corazones.

Os dejo ya con la historia que publiqué en mi otro blog, y que comienza con este niño Jesús, hablando en voz alta:

EL DÍA QUE JESÚS CUMPLIÓ 7 AÑOS... EN PLENO 2008

Hoy me asomé a la ventana, y estaba especialmente bonito el pueblo, todo lleno de balcones adornados con flores de Pascua, muérdagos, luces de colores... ¡Cuando yo nací no había estas cosas! Mi mamá me contó que aquel día olía mal allí; al menos los animales que producían el hedor nos rodeaban y le daban algo de calor al establo donde vi la luz de este mundo, recíen nacido en carne humana... Era una experiencia inexplicable para alguien como yo, acostumbrado a otro ambiente más... glorioso.

He descubierto un aparato muy entretenido al que llaman televisión, y es sorprendente, porque parece como si metieran gente pequeñita en una ventana, y contaran las cosas que pasan en el mundo. Gracias a ella, me he llevado una gran sorpresa, porque me he enterado que muchos celebran hoy mi cumpleaños ¿Quién lo iba a imaginar? Yo no lo pedí, pero creo que me quieren dar una fiesta sorpresa, porque veo a la gente muy atareada corriendo de un lado a otro para comprar regalos, preparar comidas suculentas, ponerse sus mejores trajes, pero ¡No voy a poder ir a todas las fiestas! ¿Por qué no celebran mi fiesta en esta casa, o en un lugar sorpresa? Un sitio está bien, pero tantos a la vez va a ser agotador...

Algo hay que no entiendo, se trata de un señor un poco obeso vestido de rojo. y blanca barba postiza. Me asusta un poco porque grita ¡Jo, jo, jooooo Feliz Navidad! Y encima dicen que viene en un trineo volador tirado por renos ¡Esos animales tienen que estar bien endemoniados para poder volar!

Bueno no sé quién es ese chapulín colorado, porque en este pueblo desde luego que no vive. Le da caramelos a los niños en las calles, y hay figuras suyas por todos lados ¿Será el encargado de prepararme la fiesta? Estoy deseando que llegue el momento, pero por si acaso, me quedaré en casa con mamá, para que la sorpresa sea auténtica.

Aún me pregunto dónde podré guardar la cantidad de regalos que me están comprando: Juguetes, perfumes, ropa... Cuando vinieron los magos fue más sencillo, porque eran cosas de gran valor que cabían en un lugar de la casa, pero esta vez no vamos a tener sitio para tanto... Y encima he visto que están escribiendo unas tarjetitas, como de felicitación, por cientos, por miles ¡Por millones! Apenas si sé leer... Voy a tardar años en leerlas todas, y si les tengo que responder no acabaré hasta que me crezca barba. Pero valdrá la pena, porque seguro que expresan lo bueno del corazón de cada persona hacia mí... Mejor me quedo un rato jugando con el caballito de madera que me acaba de regalar mi familia, y espero a que comience la fiesta; estoy entusiasmado, no podía imaginar que tanta gente se acordara de mí.

Pero pasaron las horas, y la espectativa de aquel Jesús niño se convertía con el paso del tiempo en extrañeza... ¿A qué hora le harían la fiesta? Y es que empezaba a anochecer, y esas horas no son ya para celebrar fiestas conmemorativas de nacimiento, no al menos para niños de solo siete años.

Sus padres sí sabían lo que pasaba, y pensaron que sería cruel ocultarle la verdad a su tierno hijo... Sus hermanitos eran más pequeños que él, y no entendían nada, pero Jesús estaba demasiado inquieto ese día tan especial. Por eso, María, encendió la TV en cierto canal y llamó a su primogénito, lo sentó sobre sus rodillas y lo abrazó tiernamente para que Jesús viera lo que estaba pasando.

Era un documental de cómo se celebraba la Navidad en diversas partes del mundo... La familias se unían y comían manjares especiales destinados a aquel día, y Emmanuel, como a veces le llamaban, descubrió que... Los regalos se los daban unos a otros, no eran para Él... Las tartas y pasteles no tenían 7 velitas que soplar... Ni las ropas, ni los perfumes, ni los bombones, ni las viandas eran para Él... ¡Ni siquiera los juguetes! ¡Esos eran para otros niños!

Entonces, con los ojos entornados, con lágrimas amargas resbalando por sus tiernas mejillas, Jesús abrazó a María mientras le preguntaba:

¿Por qué hacen eso, mamá? ¿No se dan cuenta del daño que me hacen? ¿Por qué celebran mi cumpleaños y me dejan fuera de sus fiestas? ¿No hay tiempo para mencionarme en sus conversaciones? ¿No hay ni un solo regalo para mí? ¿Dejarán un día como hoy a un niño sin juguetes? ¿Por qué se felicitan entre ellos y a mí me olvidad? ¡Pero si dicen que la fiesta es en mi honor y ni pronuncian mi nombre! ¿Por qué la llaman Navidad? ¿No podrían llamarla el dia de la familia, o el de "barbablanca", o el de las comilonas? ¿Le tuvieron que llamar "Mi Nacimiento"?

María lo abrazó más fuerte, José se acercó para acariciarlo, y entonces el niño, se hizo hombre de golpe por el impacto de la realidad que le aguardaba, de ese mundo lleno de indiferencia e incomprensión por parte de aquellos a los que tanto Él amaba. Fue allí, en ese momento, cuando comprendió que el barbudo usurpador de rojo le había quitado todo el protagonismo, y los regalos, y la fiesta, incluso la atención de todo el mundo, se los había llevado volando en el trineo poseído, y es que lo del color rojo fuego era muy sospechoso...

Jesús miró al cielo, y dijo en voz baja:

Padre, el trago de este cáliz va a ser más largo de lo que esperaba... ¿De verdad tengo que morir por aquellos que ni me conocen, ni me quieren, ni se acuerdan de mí, y que quizás nunca comprenderán mi sacrificio de amor puro?

Pero no hubo respuesta, Él la conocía... Había venido a este mundo para eso pero, sólo era un niño de siete años, así que además de hacer muchas preguntas, sólo sabía llorar, y apreciar el cariño de quien se lo supiera dar...

Ella era Especial

Ella fue tan especial para mí, que hasta podría decir que si no la hubiera conocido, mi vida no habría tenido sentido, fue mi primer amor, el más impactante... pero debo reconocer que el final de la historia fue una falsa ilusión....

¿Cómo la conocí? Ella es varios años mayor que yo; cuando llegué a este planeta ella era muy joven, inexperta quizás, vivía en mi casa porque mis padres así lo decidieron; no tenía donde vivir y ellos le ofrecieron nuestro hogar. Pensaron que aparte de ser una agradable compañía, seria una buena niñera, y no se equivocaron, algunas de mis primeras palabras me las enseñó ella.

Por las noches nos contaba historias fascinantes y toda mi familia estaba pendiente de cada cosa que decía. En algunas ocasiones la miraba a escondidas sin que se diera cuenta, en cierta forma, inconscientemente, yo deseaba ser como ella, influyó mucho en mi forma de ser, de hablar de vestir y hasta de pensar. Su belleza era misteriosa.

Con el paso del tiempo su forma de ser fue cambiando, hubo ocasiones en que mi mamá no permitía que terminara de contar sus historias. En casa nadie fumaba, pero ella lo hacía y nos invitaba a hacerlo, así como a probar diferentes marcas de vinos y cervezas. Yo nunca le hice caso, pero mi hermano, en ocasiones, si que siguió sus consejos.

Nos empezó a hablar de sexo de una forma morbosa y sucia, aunque no nos dábamos cuenta de sus verdaderas intenciones, y eso me entristecía. Me entristecía ver que mi papá sabía que nos estaba dando malos ejemplos pero no le llamaba la atención. Mi mamá se lo hacía ver pero él no hacía caso y hasta se enojaba.

A veces yo no entendía por que molestaba a mamá su presencia, pero era que ella estaba tomando demasiada confianza. Creía ser de la familia cuando no lo era. Mi mamá me pidió por mi propio bien que ya no tuviera tanto contacto con ella, pero en cambio mi papá se la pasaba hasta altas horas de la noche con ella, y en su habitación solo se escuchaban risas y diversión entre ellos mientras mamá se consumía de celos. Yo comenzaba a desear que se fuera de la casa aunque algo más me hacía desear su presencia.

Un día, después de hablar con mi mamá, hicimos un plan para que abandonara la casa. Mi papá al enterarse de ello se enojó, pero después de dialogar entre todos, se dio cuenta que fue lo mejor que pudo pasar. Extrañábamos sus historias, pero ahora podíamos hablar entre nosotros.

Al marcharse de casa no supe a dónde se dirigió exactamente. Sé que mucha gente la ve con frecuencia, y eso me llena de miedo. Ella, llama la atención allá donde esté y es tan seductora que fácilmente te la llevas contigo. Su belleza logra todo lo que se propone...

Ten mucho cuidado con ella porque estoy seguro que ya la has visto en tu propia casa ¿Cómo se llama? Su nombre es simplemente este: Televisión.

Autor: Paco Palafox

El Zapatero y el Mendigo

Jack tenía como treinta años de edad, y desde los doce había aprendido el oficio de su recién fallecido padre: Zapatero. Allá donde vivía, en Poortown, solo habitaban campesinos, artesanos con sus pequeños negocios, y mendigos, muchos mendigos.

Aquellos tiempos eran muy difíciles, cada cual tenía que luchar día a día por sobrevivir, por encontrar un trozo de pan que echarse a la boca… Lo mismo que sigue pasando hoy en muchos lugares de la Tierra. En medio de aquella pobreza extrema donde el señor feudal y su familia eran los únicos que vivían con holgura (gracias a oprimir a sus vasallos), el hecho de tener una herrería, una alfarería o un pequeño taller artesanal, era lo máximo a lo que se podía aspirar para prosperar en semejante sitio.

A pesar de ser uno de esos afortunados que tenían negocio propio y que lo había heredado gracias al esfuerzo incansable de su propio padre, Jack no era del todo feliz, los trabajos de zapatería no abundaban en un pueblo donde aún mucha gente iba casi descalza; de modo que vivía preocupado, con demasiadas apreturas, muchas más de las que él hubiera deseado.

Cierto día apareció por su taller un hombre con aspecto andrajoso, un mendigo harapiento con zapatos viejos y rotos, y que no dudó en hacerle una petición a Jack:


- Señor zapatero –dijo el mendigo, soy tan pobre que no tengo dinero para comprar ni siquiera unas sandalias, y el invierno se acerca y… tengo reuma y… mis pies se enfrían y parece como si se me fueran a caer. ¿Usted podría arreglarme estos zapatos sin cobrarme nada?

- ¿Pero qué dices? –respondió Jack. ¿Acaso no ves que soy casi tan pobre como tú? Tengo más deudas que dinero, mas morosos que piedras en el río, y para colmo, vienes con la misma cantinela que otros, con eso de “No tengo dinero” ¡Pues yo no soy un banco!

- Verá usted, yo soy una especie de comerciante, aunque no lo crea, y tengo muchas mercancías en mi país. Lo que ocurre es que unos asaltantes me atracaron hace unos meses, se deshicieron de mis ayudantes y solo quedé yo con vida; me dejaron solo con lo que llevo puesto. Voy de regreso a mi país, donde soy rico, muy rico, y de tanto camino que he recorrido para regresar, mis zapatos están como puede usted ver. Si me ayudara a llegar a mi tierra con este pequeño arreglo, podría pagarle lo que me pidiera, más adelante.

- ¿De veras? –respondió Jack con no disimulada confianza. Bueno ¿Acaso puedes pagarme cien monedas de plata para saldar mis deudas y comprar nuevos materiales?

- Sí que puedo pero, como te dije, soy un comerciante algo especial. Estoy dispuesto a pagarte esas cien monedas si a cambio, además del arreglo, me dejas que corte tus piernas y me las lleve.
- ¿Estás loco o qué? ¿Cómo voy a dejar que me hagas tal cosa? ¿Qué clase de comerciante eres? Si yo estuviera loco como tú y accediera, me quedaría inválido para toda la vida y ¿De qué me serviría el dinero si perdiera mi movilidad para disfrutarlo?

- De acuerdo, entonces le ofrezco doscientas monedas de plata por sus manos.

- No puedo creer que hables en serio. Mis manos me permiten trabajar y hacer todo cuanto hago, con ellas como, y sin ellas no puedo vivir… Ni siquiera podría tomar el dinero entre “mis manos”.
- Bueno, pues mi última oferta es de cuatrocientas monedas de plata y cien de oro por sus ojos, caballero.

- Ni lo sueñes. ¿Tú eres comerciante o un mata sanos? ¿Qué pretendes? Sin ojos no podría disfrutar de tal riqueza, ni podría volver a trabajar, ni volvería a ver una puesta de sol, ni a mi hermosa esposa, ni a mis hijos… Ni en broma podría consentir tal cosa.

- Entonces ¿Por qué me dice que usted es muy pobre? Le acabo de ofrecer una fortuna que no es capaz ni de imaginar, un total de setecientas monedas de plata y cien de oro, a cambio de algunas partes de su cuerpo y las ha rechazado. ¿Acaso nunca había pensado lo valioso que es el simple hecho de estar vivo y de disfrutar de cierta salud, y de tener piernas, manos u ojos? ¡Usted rechaza mi dinero porque ya es rico! No, no es rico quien más tiene, sino quien menos necesita…

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¿Quién prefiere todo el dinero del mundo a cambio una parte sana e importante de su propio cuerpo? ¿No debiéramos valorar mejor lo que tenemos y no afanarnos por lo que no tenemos? ¿Sabemos el significado de la palabra "contentamiento"?

Es un grandísimo error medir la riqueza personal usando monedas…

Adaptación de una historia de autor desconocido.

El Cristiano y el Peluquero

Domingo Bueno es un hombre calmado, de esos que piensan bien las cosas antes de decirlas, de esos que no dan respuestas alocadas, de esa especie humana que piensa que toda cosa tiene una explicación, de esos sociables y amigables donde los haya… Pero de lo que más se enorgullece es de que lo llamen cristiano.

Tomás Noveoná, no se considera religioso, ni cristiano, sino más bien todo lo contrario, pues piensa que Dios no existe. Es el peluquero del barrio, y muy afamado, por cierto. Tanto es así que cuantos viven cerca de su local, le visitan asiduamente para que les arregle el cabello… ¡Y casi hace milagros con algunos! ¡Qué cambios de imagen! ¡Qué destreza en su profesión!

Pues bien, Domingo Bueno se mudó al barrio donde se encontraba el establecimiento “La Tijera Veloz” (pues así se llamaba en lugar de trabajo de Tomás el peluquero). Como todos sus vecinos le recomendaron aquella peluquería, decidió visitarla para probar cómo de bueno era el famoso Tomás.

Llegó un poco tarde, pero el profesional le atendió gustoso porque aquel no había sido un día muy atareado. Cuando terminó, como era la hora de cerrar y Domingo había quedado muy contento con la tarea realizada por el fígaro, invitó a Tomás a saborear un refresco con la intención de conocer un poco mejor a su nuevo vecino. Mientras caminaban, Tomás vio a un grupo de jóvenes tirados en la acera, a unos cien metros de “La Tijera Veloz”, y con claro aspecto de haber consumido drogas o alcohol. Entonces comenzó a hablar con su nuevo amigo diciendo:

- ¿Ves, Domingo? Por eso no puedo creer en el Dios del que me hablabas mientras te cortaba el pelo. Si Él fuera todo amor como dices, entonces no debería permitir que estos jóvenes estuvieran así, abandonados a su suerte, atados a drogas que los terminarán matando… Ni deberían haber vagos, ni vividores, ni gente muriendo en guerras sin sentido, ni niños muriendo de hambre en muchos países, ni muertos a millares con esos grandes terremotos o ciclones…

Domingo escuchó callado, le miró sereno, y siguió caminando, hablando de otras cosas, hasta que se cruzaron con un hombre particularmente descuidado: Su cabello le quedaba bien largo y enmarañado, la barba era como de una semana o más, con aspecto bastante sucio. Parecía un pordiosero, aunque supimos luego que no lo era, solo era alguien que descuidaba demasiado su aspecto. En ese momento, Domingo miró a su compañero de camino y le dijo:

- Tomás, si permites que un hombre con esta pinta continúe viviendo aquí, sin un corte de pelo decente, con todos esos enredos, el pelo grasiento y esa barba tan descuidada… Entonces tendré claro que tú no eres un buen peluquero. - ¿Porqué me culpas por la condición de este hombre? –replicó indignado don Tomás Noveoná. No puedo evitar que él esté así. ¡Si nunca ha ido a mi peluquería! - Entonces ¿Qué digo? Porque viendo a este hombre podría decir que no existen los peluqueros, y es que ¿Cómo puedo creer que los peluqueros existen después de ver a alguien así de descuidado? No, definitivamente los peluqueros no existen: Decidido. - Vamos Domingo, sabes que si este hombre viniera a “La Tijera Veloz”, yo podría arreglarle ese estropicio, y sabes que cambiaría su aspecto por el de un verdadero caballero… Si él me lo pidiera, claro, porque yo no lo voy a obligar. - Pues entonces no culpes a Dios por hacer lo que tú mismo haces. Dios no obliga a nadie a venir a “su peluquería”, aunque podría arreglar muchas “cabezas”. Pero si los mismos hombres prefieren vivir sus vidas lejos de Él, si ellos no quieren respetar normas de conducta civilizada (por no decir las mismas de Dios) y a consecuencia de esto se matan entre ellos mismos, y se roban, y se hacen daño… ¿Qué piensas que debe hacer Dios? Si interviniera le llamarían abusón y dictador; pero si no lo hace dicen que no se preocupa por nada, o que no existe. Dios es todo un caballero, no impone su voluntad por la fuerza, no obliga a nadie a creer en Él, pero que nadie se queje entonces de sufrir las consecuencias de no buscarle, de vivir de espaldas a dador de la vida…

El Pescador y el Banquero


Un rico banquero estaba paseando por el muelle de un pueblito costero, cuando vio llegar la barca de un pescador solitario. Dentro del bote se podían ver algunos peces de buen tamaño.El inversionista elogió al pescador por la buena calidad de sus capturas, y comenzó una conversación con el hombre de mar, preguntándole:

- ¿Cuánto tiempo le ha tomado pescar esos peces?

- La verdad, no demasiado...

- ¿Y no ha pensado nunca en estar más tiempo pescando? De ese modo sacaría más cantidad de pescado.

- No, no lo he pensado porque con esto tengo suficiente para satisfacer mis necesidades y las de mi familia.

- Pero si apenas pesca un par de horas al día ¿Qué hace usted con el resto de su tiempo?

- Camino tranquilo, leo algo interesante, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi esposa, bajo todas las noches al pueblo donde suelo comer y tocar la guitarra con mis amigos... Tengo una vida que es estupenda y además, bien entretenida.

- Verá usted, buen hombre, yo soy un licenciado en ciencias económicas de la Universidad de Harvard y podría ayudarle un poco. Debería gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande para aumentar el número de sus capturas; con los ingresos de este aumento podría comprar varios barcos, con lo que eventualmente tendría una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podría hacer directamente a un procesador, e incluso, con algo de suerte abrir su propia compañía procesadora de ventas. Debería controlar la producción, el proceso y la distribución. Debería salir de este pueblo e irse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y a ser posible a Nueva York, donde manejaría su empresa en expansión...

- Perdone que le interrumpa, señor banquero, pero ¿Cuánto tiempo puede tardar todo eso en suceder?

- Entre quince y veinte años, calculo. Todo depende de muchos factores, de las variables del mercado, de su riesgo inversionista...

- Bueno ¿Y luego qué?

- Pues esa es la mejor parte, amigo: Cuando llegue la hora debería anunciar una "Oferta Inicial de Acciones". Al vender las acciones de su empresa al publico, usted se volvería rico, tendría millones...

- ¿Millones? ¿Y luego qué?

- ¡Qué pregunta! Con semejante fortuna, se podría retirar de la vida laboral y afincarse en un pueblecillo en la costa, donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus hijos (si le queda alguno con edad de jugar), descansar con su mujer, salir por las noches al pueblo para comer despreocupadamente ¡Incluso podría hacer algo que sé que le gusta mucho: Tocar la guitarra con sus amigos!

El pescador, entre confuso y sorprendido, le respondió:

- Bueno ¿Y no es eso mismo lo que tengo ya...? ¿Para qué tanta preocupación?


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La historia habla por sí sola. A veces nos afanamos por conseguir cosas, pensando que podemos alcanzar grandes metas, y no es un mal deseo, siempre y cuando aprendamos a poner límites que nos protejan. No es necesario afanarse por conseguir cosas que pueden estar al alcance de nuestra mano llevando una vida más sencilla, inteligente, y sobre todo, pasando tiempo con nuestros amigos, nuestra familia, nuestro Dios, nuestra intimidad...

Disfrutar de cada momento, sacar tiempo para estar con las personas que amamos y las que nos aprecian, marcar metas que nos den lo que necesitamos y a la vez, con las que podamos aportar algo bueno a los que nos rodean: Esa es parte de una vida feliz, y aprender a valorar lo que tenemos cada día, también.

Como Si Estuviera

Cuentan que una vez había un monasterio escondido en las montañas, donde cada monje tenía su función específica. Algunos eran sembradores, otros cocineros y así cada uno tenía su trabajo bien definido, aunque todos sabían hacer de todo.

Con el paso del tiempo, los monjes comenzaron a tener problemas de convivencia entre ellos, y terminaron peleándose por cualquier cosa; parece como que hubieran olvidado el motivo que les había llevado a recluirse...

Preocupado por el asunto, el abad que estaba a cargo del monasterio, se fue a orar y le preguntó a Dios:

- Señor ¿Por qué pasan estas cosas? ¿Cómo lo podemos arreglar? ¿Por qué nos olvidamos de ti y nos cuesta tanto hacer las cosas como a ti te gusta?

- Hijo mío (respondió Dios) He visto vuestros problemas y ¿Qué os parecería si os dijera que he enviado a mi Hijo Jesús para estar de incógnito entre vosotros?

No fue una afirmación, pero ante la duda, el acongojado sacerdote se asustó mucho al pensar que puediera estar entre ellos vigilando de cerca el propio Jesús, por lo que convocó a todos los monjes. Cuando fueron conscientes que entre ellos podría estar Jesús, se empezaron a preguntar si quizás sería el cocinero, o el jardinero, o uno de los hortelanos...

Como no lo sabían, se empezaron todos a tratar con cortesía y amabilidad y nunca más hubo problemas entre ellos...

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Si hubieran conocido un poco mejor la Biblia, se habrían dado cuenta de que Jesús afirmó que cuando volviera a la tierra, lo haría como Rey Soberano, en gloria, no a escondidas... Pero, y también sin saberlo pusieron en práctica algo que también se enseña en el libro sagrado, relacionado con lo que dice el Evangelio de Mateo:

Mateo 25:35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Si aprendemos la lección, y nos damos cuenta de que hemos de actuar así, que hacer el bien con otras personas es como hacerlo con el propio Jesús, y que Él premia el andar de esta manera, entonces toda nuestra convivencia se hará mucho más agradable, y el mundo será mucho más feliz...

Créditos foto: www.soitu.es

Fe para que Llueva

El siglo XX recién había llegado a su mitad, y en un pueblecito de Italia, apartado de las grandes ciudades, se produjo una larga sequía que amenazaba con dejar en la ruina a todos sus habitantes. Claro, por aquel entonces no había tantos ingresos a causa del turismo como hoy día, eran tiempos de necesidad, y el pueblo entero dependía para subsistir del fruto del trabajo del campo.

A pesar de que la mayoría de sus habitantes eran creyentes en Dios, ante esta situación extrema, todos los habitantes se unieron a una para inquirir ante el párroco por qué razón el Hacedor permitía esto, y si no habría manera de solventar la escasez que se les avecinaba. Por ello, le preguntaron:

- Padre, si Dios es tan poderoso ¿Por qué no le pedimos que envíe la lluvia necesaria para acabar con la sequía?
- Está bien, hijos míos, le pediremos al Señor, pero tengo que ponerles una condición indispensable (contestó el sacerdote católico).
- ¡Díganos cuál es! (respondieron todos).
- Tenemos que pedírselo con fe, con mucha fe...
- ¡Así lo haremos, y también vendremos a misa todos los días!

Los campesinos cumplieron su compromiso de asistir a los oficios diarios de la parroquia, pero las semanas transcurrían y la esperada lluvia no aparecía. Cierto día, cansados por tanta tardanza y enfurecidos por la supuesta indiferencia de ese Dios del que el cura les predicaba a diario, fueron todos a confrontarlo con sus reclamaciones:

- Padre, usted nos dijo que si le pedíamos con fe a Dios, Él enviaría la lluvia, pero ya van tres semanas y no hay respuesta alguna.
- Pero (respondió el párroco) no estoy del todo convencido de que ustedes hayan cumplido su parte del trato... ¿Han pedido con verdadera fe?
- ¡Sí, por supuesto. Claro que sí! (gritaron al unísono).
- Entonces, (concretó el sacerdote mientras sonreía) si dicen haber pedido con fe verdadera... ¿Por qué durante todos estos días ni uno solo de ustedes ha traído a las misas su paraguas?
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Decir que creemos en Dios es como una "costumbre". Se oye decir a menudo: "Yo tengo mucha fe", pero se confunde la fe con el fervor, y a veces con la superstición. Incluso a veces erramos pensando que la fe se puede comprar con misas y otros ritos... Pero la fe es confianza despreocupada, es seguridad en lo que esperas recibir, es tranquilidad basada en el amor de Dios, en que Él sabe lo que necesitas y de veras puede responder...

Pensemos desde hoy antes de pedir y pedir, si somos coherentes con esto. La fe es como sentarse en un sofá: Te das media vuelta, dejas de verlo, confías es que seguirá allí cuando decidas tirarte hacia atrás, a ciegas, te lanzas... Y tranquilamente te recibe en sus mullidos colchones.

Como Papel Arrugado

Cuando era niño, mi carácter impulsivo me hacía reventar en cólera a la menor provocación; la mayoría de las veces, tras cada uno de estos incidentes, me sentía avergonzado. Ese sentimiento de culpa me hacía intentar arreglar el daño que había producido y me esforzaba por consolar a aquel a quien había gritado o herido.

Cierto día, mi maestro vio uno de mis violentos ataques verbales repletos de pura ira; en cuanto terminó tan lamentable escena, me llevó al aula de tutores y me entregó una hoja de papel. Entonces me dijo: “Estrújala”.

Asombrado, obedecí e hice una bolita con el folio. Cuando estuvo seguro de que yo había acabado, el maestro me dijo: “Ahora, deja el papel como estaba antes”.

Por supuesto, no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó medio plano, pero todo lleno de pliegues y arrugas. Entonces, el profesor aprovechó esto para decirme: “Mira, el corazón de las personas es como este papel... La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar como estas arrugas que has hecho en el folio”.

Con tal sencillez y contundencia, el ejemplo objetivo y práctico que me puso me sirvió para aprender una lección de la vida, de esas que son importantes de verdad: Comencé mi camino para ser más comprensivo y paciente con los demás. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado…

La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar, y más aún, cuando lastimamos con nuestras reacciones o nuestras palabras hirientes. Luego queremos enmendar nuestro error pero ya es tarde... A veces nos topamos con personas que saben perdonar, pero he aprendido que es más fácil no herir a otros, que tener que andar pidiendo perdón por todos lados… Y encima, es una pena ver la inevitable consecuencia de mis actos, por los que consigo que algunos, ya no quieren acercarse más a mí.

Alguien dijo alguna vez: “Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio”.

Basado en un relato enviado por: Raúl Irigoyen

Templando el Acero

Lynell Waterman, cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía andar bien en su vida, muy por el contrario: sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.

Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó: "Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus
creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado."

El herrero no respondió enseguida: Él ya había pensando en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar, y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero: En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto?

"Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo. Enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada. Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio
de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta: una sola vez no es suficiente.

El herrero hizo una larga pausa, y siguió: A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada.

Y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería. Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es:

"Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo...
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En 1ª de Corintios 15:57-58 dice: "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano".

Aguas Limpias

El día era caluroso, y el camino se hizo más largo de lo previsto. Tras una enorme caminata, pude al fin divisar un pequeño establecimiento donde pensé encontrar algún refresco que pudiera saciar mi sed.

Al acercarme, pude ver que no era gran cosa, y se veía descuidado y algo viejo. Me acerqué al mostrador con incertidumbre, y tuve que llamar a voces al dependiente, pues no parecía haber nadie. Al fin, un hombre de edad madura se acercó sin prisa y me preguntó:

- ¿Qué desea? ¿Algún aperitivo?
- Me bastaría con un poco de agua. Calculé mal el trayecto y agoté cuanto tenía. Comida llevo, y cuantos utensilios se imagine también, pero... Nada de beber.
- Bueno, le puedo ofrecer una botellita de esta marca, o si lo prefiere, un vaso de agua medicinal.
- ¿Agua medicinal? ¿Qué es eso?
- La que recogemos nosotros mismos del río que discurre tras esta finca.
- ¡Ah no, gracias! Prefiero la botella. No se ofenda, pero viene precintada, con registro de garantía y de sanidad...
- No siga, no es necesario: Todos dicen lo mismo, nadie prueba mi agua. La gente de la ciudad se cree que lo sabe todo.
- No se ofenda pero, las medidas de higiene que siguen en la elaboración de estas botellitas, seguro que son más estrictas que las que usted pueda ofrecer.
- ¿De veras? Usted bebe tranquilo ese agua porque tiene etiquetas que le hacen confiar. Mi agua no tiene etiquetas porque no las necesita...
- No estoy de acuerdo. Bebo tranquilo porque sé que es agua de manantial.
- ¿Acaso usted a visto de donde sale? ¿Ha comprobado si son tan limpios esos procesos como usted cree? Por eso le digo que usted bebe tranquilo por la etiqueta, porque se cree lo que en ella pone, pero nunca se ha planteado que la etiqueta pudiera ser mentira ¿Verdad?
- Bueno, si fuera así, los de sanidad ya habrían hecho algo.
- No continúe, esa canción la conozco. Venga conmigo y luego hablaremos si lo cree oportuno. De todos modos, tome esta botella y sacie su sed, pero no haga como todos los demás, que compran dos o tres botella y se marchan corriendo.

Mientras caminaba para alejarnos de la casa, pensaba cómo me habría dejado convencer tan fácilmente a acompañar a este hombre, quizás por no ser descortés, quizás por curiosidad... Curiosidad que me guiaría más tarde a descubrir una las realidades más importantes de mi vida.

Tras bajar un pequeño sendero, el camino se hizo estrecho entre la maleza, pero al poco, llegaba a un lugar que no pensé que pudiera esconderse en aquel paraje: Todo era verdor, y un paradisíaco lago nos esperaba quieto, sereno. Poco después, buscando el surco de un arroyo, subimos hasta el lugar en el que las grietas de la roca brotaban con abundancia formando un cristalino estanque. Era el lugar más relajante que jamás he conocido en la tierra.

El hombre metió un recipiente bajo aquel bucólico chorro, y me la dio a probar. Él tomó también, para mostrarme que el agua no era dañina. Reconozco que nunca había probado un agua tan suave, insabora y fresca como aquella. Entonces mi repentino compañero me preguntó:

- ¿Qué tal?
- Excelente (contesté) No imaginaba encontrar esto aquí.
- Yo no sé si la etiqueta de esa botella será veraz o no, pero le aseguro que usted está bebiendo ahora verdadera agua de manantial, recién salida de la madre tierra, filtrada por las nobles montañas que regalan sus minerales a este vital líquido. Usted, como tantos, está acostumbrado a que se lo den todo hecho, a leer las etiquetas y creer lo que dicen, a juzgar las cosas por las apariencias; hasta el día de hoy, usted no había venido al origen real de las aguas, usted creía beber agua de manantial, pero hoy puede estar seguro de que realmente lo ha hecho. En el origen de las cosas se encuentra su esencia, su pureza, y aún si me apura, la verdad misma. No beba del grifo si puede beber directamente del mismísimo manantial.

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Nos acostumbramos a que nos digan cómo tenemos que vestir, qué tenemos que beber o comer, qué tipo de coche nos debemos comprar, qué música debemos cantar, y en medio de tanto bullicio, nuestra voz se ahoga en la soledad de las multitudes, entre las que, como pequeños seres anónimos, nos perdemos.

Si miramos por un momento la Biblia desde esta percepción, quizás nos demos cuenta de que algunos pueden no haberle prestado atención por las "etiquetas" con las que nos la han presentado, por las "apariencias" de otros que nos han hablado de ella sin vivirla de verdad, o quizás lo mas grave, por las religiones que la han querido convertir en un conjunto de normas morales que cumplir para alcanzar cierto "estatus" ante Dios.

Yo no te voy a convencer de nada, pero quiero retarte a algo. Veamos la Biblia como si nunca nos hubiesen hablado de ella, encontremos la sencillez que esconde tras la fachada de complicación con la que algunos "eruditos" la han embotellado, y los más importante, usémosla para conocer a Su Autor de una forma vital y dinámica. No pretendo dar clases de erudición, pero sí abrir tus ojos a una realidad que quizás hasta el momento haya estado escondida por causa de una botella mal etiquetada.

A veces me doy a conocer con el seudónimo de "El Peregrino", porque soy como un peregrino, un viajero por tierras extrañas en busca de la verdad. No pretendo haberla alcanzado, pero una cosa hago: Ignoro las apariencias, las etiquetas y las cosas que creía saber, y voy en busca del origen, en busca de la fuente misma, porque ¿En qué otro sitio se puede encontrar agua limpia y saludable si no es en el mismísimo manantial?

Espera un Poco


Cierto hombre, en época de invierno, necesitaba algo de leña para alimentar la lumbre de la chimenea de su cabaña, de manera que acompañado de su hijo, buscó un árbol muerto y lo cortó.

Pero luego, cuando el mal tiempo pasó y llegó la primavera, pudo darse cuenta con gran tristeza, que al tronco marchito que meses atrás cortara, le empezaron a brotar pequeños retoños, casi a ras del suelo.

Iba nuevamente con su hijo, quien le vió muy pensativo al observar el tronco talado y reverdecido; por eso le preguntó:

- ¿Qué pasa papá? Sólo es un árbol...

- Pero creía que ese árbol ya estaba muerto, y me equivoqué. ¡Claro! Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y se caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. ¿Qué iba a saber yo...? Sin embargo, está claro que me equivoqué, pues ahora advierto que aún tenía la vida escondida en su interior... ¿Sabes hijo? Esto me ha hecho pensar en algo, y espero que te sea útil, quizás así el árbol no haya sufrido en vano; mira el árbol.

El adolescente así lo hizo, y luego miró de nuevo a su padre, esperando escuchar qué cosa tenía que decirle. Al fin, con gran atención pudo oír de labios de su progenitor:

- Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno... Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes determinaciones importantes mientras estés en un mal estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará, la claridad y la lucidez reverdecerán; sabiendo aguardar los momentos propicios, cuando tu mente sepa valorar bien las cosas, podrás tomar decisiones equilibradas de las que no lamentarte más tarde... Recuerda siempre que los malos momentos del invierno son pasajeros: La primavera volverá, y entonces sabrás mejor qué hacer.

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Tomar decisiones se puede hacer en un instante, pero tomar
buenas decisiones, de esas de las que luego no tendrás que arrepentirte, requiere gran práctica, paciencia y sabiduría.


A veces, por correr demasiado, por no saber esperar, nos embarcamos en empresas que luego nos dan muchos disgustos. En otras ocasiones, "cortamos" cosas sin pensarlo bien, y con ello impedimos que crezcan o vengan a nuestras vidas otras mejores.

Tómate tu tiempo para meditar las decisiones importantes; el bache de una depresión o una decepción no es el lugar idóneo para tomar una decisión... Y por supuesto, recuerda que hay Alguien que siempre estará dispuesto a "echarte un cable" si de veras le das la oportunidad.

Uniendo Esfuerzos

En Alaska, se celebra todos los años una carrera de unos 1.800 kilómetros de distancia para trineos remolcados por fuertes perros (mushing), y en la que muchos corren por el dinero del premio y por el prestigio que otorga a los ganadores:
La Iditarod

Esta competición, conmemora una “carrera” que sucedió en realidad, muchos años atrás, pero con el único fin de salvar muchas vidas.

En enero de 1926, un niño de seis años, llamado Richard Stanley, mostró síntomas de difteria. Esto dio la voz de alarma en el lugar, pues mostraba la posibilidad de un brote de esta terrible enfermedad en el pequeño poblado de Nome.

Cuando el niño murió un día más tarde, el doctor Curtis Welch comenzó a inmunizar a niños y adultos con un suero experimental (que por cierto, estaba resultando efectivo), contra la difteria. Pero no pasó mucho tiempo hasta que el suministro que usaba el doctor Welch para la fabricación de esta medicina se agotó; el lugar más cercano en el que había algún suero semejante era en Nenana, Alaska, a unos 1.600 kilómetros de durísimo camino, y en plena tundra congelada.

Sorpresivamente, un grupo de tramperos y promotores se ofrecieron como voluntarios para cubrir la distancia con sus equipos caninos. Operando en relevos desde puestos comercial a puestos de caza y más allá... Un trineo dio inicio a la travesía desde Nome mientras que otro, llevando el suero, partió desde Nenana.

Sin importarles el frío, la fatiga y el cansancio, los equipos viajaron sin descanso hasta que después de 144 horas luchando contra vientos impetuosos y temperaturas inferiores a los 50 grados centígrados bajo cero, tras pasar por bosques y montañas, el suero fue entregado en Nome.

Como resultado, sólo una vida más se perdió en la potencial epidemia. El sacrificio de todos ellos les dio al pueblo entero el don de la vida.

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El ser sensible a una necesidad vital, el estar dispuesto a ser parte de la solución y el trabajo en equipo, convirtieron una mortandad segura en una campaña de prevención vital que aún hoy día se conmemora.
Cada cual tenía una parte del camino que hacer, ni el primero ni el último eran más importantes que los demás: Un fallo en la "cadena del milagro" haría fracasar el trabajo de TODOS. Si fuésemos conscientes de esto, si aprendiésemos a vivir en colaboración y no en competencia, lograríamos gestas como estas... Piensa por un momento en cosas que la humanidad necesita, hay muchas, de diversas índoles; ahora plantéate si no eres tú uno de esos que debe formar una cadena para llevar la "medicina" al corazón fatigado, al que carece de vida... Trabajar en equipo implica que todos son necesarios, que todos son importantes, que nadie es superior a los demás... ¡Y que lo que está por encima de todo es la meta que hay que cumplir! ...Y si te llamas cristiano, tu meta se llama "Establecer el reino de Dios en la Tierra". No hay "status" ni "posiciones", sino trabajo en equipo, siendo todos luz verdadera, reflejo del perfecto amigo y ayudador y mesías: Cristo.

Cien Dolares

Os dejo la primera prueba de audio-vídeo de "Historias Para Meditar"
Es cortita y grabada por un solo narrador, pero iremos viendo los temas técnicos para ir mejorando.
Esperamos que os sea útil



Y por supuesto, esperamos vuestros comentarios y críticas, para mejorar en todos los aspectos...

Aprendiendo del Eco

Cierto padre, decidió hacer una excursión con su hijo pequeño al Gran Cañón del Colorado. Su hijo estaba acostumbrado al ruido de la ciudad, al humo, a las aglomeraciones, pero a su corta edad aún no había estado nunca en un lugar natural tan espacioso.

El pequeñuelo no tenía idea de lo que era el eco, y su padre lo sabía. Por eso, estando en una zona profunda, bien metidos entre las escarpadas paredes rocosas, le dijo a Felipe, su niño que gritara todo lo fuerte que pudiera alguna palabra.

El pequeño no tuvo otra ocurrencia que gritar: "¡Tonto!", y claro está, el eco hizo resonar su voz una y otra vez: “¡Tonto... tonto... tonto...!”
Felipe, sorprendido, sin saber muy bien qué era eso, gritó más fuerte: "¡¡Feo!!", y claro, la respuesta fue: "¡Feo... feo... feo...!”
Eso le enfadó muchísimo y le respondió a la misteriosa voz: “¡Malo!” Y nuevamente el eco resonó: "Malo... Malo... Malo...”

El niño de puro enojo e impotencia, comenzó a llorar enfadadísimo. Su padre le abrazó y le dijo:
“Vamos Felipe, no tienes por qué llorar. Escucha” Y el padre gritó: “¡Amigo!” Y el eco resonó: ¡Amigo... amigo... amigo! Luego gritó: “¡Te quiero!” Y el eco repitió: "Te quiero... te quiero... te quiero”.
Entonces, se dirigió al niño y le dijo: “¿Ves Felipe? Él te trata como tú le tratas”

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Muchas veces culpamos a los demás por tratarnos mal o con indiferencia, pero en muchas ocasiones, el trato que recibimos no es más que "el eco" de lo que nosotros mismos hemos dicho o hecho.
La vida puede ser hermosa si la tratamos bien, aunque tenga sus momentos malos... Pero muchos de ellos vienen como consecuencia de nuestras palabras, de nuestros hechos y acciones, de nuestros pensamientos.

Hay cosas que no se pueden evitar en lo natural, pero hay otras que sí. Por eso es que vemos a muchas personas amargadas, tristes y solas, pues lo que hacen es quejarse de todo.
De la misma forma hay muchas personas que viven relativamente felices y tranquilas, agradeciendo a Dios los inmensos regalos que nos da en la vida: La salud, la familia, el trabajo, el aire para respirar, el agua para beber, la comida, la ropa...

Haz la prueba en esta semana, no vivas refunfuñando, no te enojes, no maltrates con tus palabras a nadie, y verás que la vida misma te responde de la misma manera...
Si me dices que eso es difícil, habla con Dios con sinceridad, y pídele ayuda, que viva en tí, que te enseñe a hacerlo, que te regale la presencia de Su Espíritu Santo en tu vida, y entenderás que con Él puedes vencer y encontrar la alegría que no se basa en como te responda la vida, sino en la vida más alta y mejor que puedes tener y esperar.

Un Coche Atascado

Hace muchos años, un sargento de batallón estadounidense, se vio inmerso en una curiosa anécdota. Viajaba en un vehículo militar ligero con parte de su tropa, cuando el coche en que viajaba, a causa del aguacero que había caído poco antes en la zona, quedó atascado en un camino embarrado.

Se bajó del vehículo, y viendo que los soldados a su mando no eran capaces de sacarlo de aquel bache, les increpó duramente.

Casualmente, pasaba por allí un hombre alto y flacucho que vio lo que estaba sucediendo. Se acercó al sargento y le preguntó:

- Oiga ¿Por qué no ayuda a sus hombres?
- ¿Por qué he de hacerlo? Yo soy el sargento –contestó este con altanería.

Sin perdida de tiempo el larguirucho personaje se despojó de su chaqueta y se puso a ayudar a los soldados, hasta que consiguieron sacar el vehículo del renegrido barro. Cuando terminó con la tarea, pidió un poco de agua, se lavó con ella las manos, se puso de nuevo su chaqueta y caminó hacia el sargento, al cual le dijo:

- Si en otra ocasión usted necesitara mi ayuda, llámeme sin vacilar.
- ¿Y quién es usted, si puede saberse? –le preguntó el sargento.
- Mi nombre es Abraham Lincoln... y casualmente soy el presidente de esta nación.
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Es fácil en nuestros día encontrar personas dispuestas a dar órdenes, y a usar su capacidad de mando o autoridad para hacer que otros trabajen para ellos, pero este acto de Lincoln nos revela la importancia de la humildad. No es mejor el que sabe mandar a otros lo que deben hacer, ni el que pretende arreglar la vida del vecino con sus "consejos", sino el que con su ejemplo, arrima el hombro y ayuda a solucionar los problemas.
Jesucristo mismo nos mostró esta actitud humilde en muchas ocasiones, y nunca se resistió a tender la mano al que lo necesitara; no le importaba mancharse las manos para prestar ayuda al que reconocía necesitarla.

El sentirse importante puede ser algo agradable para muchos, pero enseñorearse de una posición de cierta autoridad, lejos de ser agradable para los demás, no dejará huellas en el tiempo... Ni en la historia. Una señal inequívoca que nos da la medida de la grandeza de una persona es verla servir con humildad.

Una Historia de Amigos

Hace unos días, un amigo me mandó una historia que había leído hace tiempo, acerca de dos amigos que caminaban por el desierto y se enfadaban... Casualmente, la encontré también realizada en formato de cortometraje. Espero que pueda gustaros. Os dejo el vídeo:



Hay cosas que la amistad y el amor pueden cubrir, y ofensas que se pueden olvidar.
Si tienes un amigo de verdad, cuídalo como a un precioso regalo.
Si tienes dos amigos con los que poder contar en serio, tienes un gran tesoro.
Si tienes tres amigos que te escuchen cuando nadie lo haría y que te digan las verdades que de otros no serías capaz de oír... Entonces eres rico.
Y si a cualquiera de los anteriores, le añades el hacerte amigo de Jesús, el Cristo, el Buen Pastor... Serás el poseedor de una fortuna inigualable, incomparable a todo el oro del mundo y a todo el tiempo que los relojes te pudieran regalar juntos.

Nadie te puede comprender y amar como Jesucristo... Y además, nunca te fallará, ni se cansará, pues es El Eterno.

Un Cuadro

Había una pareja que tenía una niña. Ellos nunca le habían hablado de temas de religión ni de Dios, pues lo menospreciaban, pensaban que no era algo importante para su educación. Había muchas otras cosas más interesantes en las que pensar que en esas tonterías del cristianismo. Al menos, eso es lo que pensaban ambos.

Una noche, cuando la niña tenía sólo cinco años, vivió un cuadro trágico que a nadie deseo: Sus padres pelearon acaloradamente (algo que por desgracia pasaba en aquella vivienda con demasiada frecuencia) De repente, en el ardor de la furia, el padre tomó un cuchillo que había sobre la mesa y... Puedes imaginar qué pasó, justo en el corazón.

La pareja no se habían dado cuenta que la pequeña, asustada por el griterío, se había levantado y estaba presenciando escondida tras el quicio de una puerta, asustada, todo lo que ocurría.

El padre, aún sin darse cuenta de que su quebradiza pequeña los estaba viendo, consumido por la terrible angustia y la desesperación por lo que acababa de hacer, decidió poner fin a su propia vida, totalmente enajenado; no pensó ni tan solo un instante, y con la misma rapidez con la que había apuñalado a su esposa, lo hizo consigo sí mismo.

La pequeña lo vio todo, sin pestañear.

La niña fue enviada a un hogar adoptivo, y pronto encontró a una familia que se ofreció a regalarle un nuevo hogar. Sus nuevos padres no eran muy practicantes de ninguna religión, pero creían en ese Dios del que la niña nada sabía. Por eso cierto día, decidieron remediar la situación, y llevaron a la niña a una iglesia católica, para enseñarle las figuras y cuadros que allí había, pensando que quizás esto ayudaría a la niña a entender con más claridad acerca de ese Dios a quien no conocía.

Mientras miraban por el templo, y explicaban acerca de quién era Jesucristo a la pequeña, se toparon en un rincón con un cuadro que los mismos padres jamás habían visto en aquel lugar, pero les impresionó que no era uno de esos cuadros en los que Jesús estaba todo ensangrentado, sino que el lienzo irradiaba amor y alegría, era especial, distinto de todo lo que le rodeaba. Pensando que sería un buen ejemplo para hablarle a la niña acerca del Dios hecho hombre, señalaron al cuadro y le preguntaron a su nueva hijita:

- ¿Sabes quién es Él?
- Claro que sí –dijo la niñita casi sin pensar. Ese es el hombre que me abrazaba la noche que mis padres murieron...

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Jesús es un convidado invisible, todo lo ve, todo lo sabe... Incluso tiene sus medios para hacerse conocer a los que le necesitan. Quizás pases situaciones difíciles, que no comprendas, donde te sientas solo, sola, olvidado por los hombres y por el mismo Dios. Quizás no tengas la oportunidad de verlo con tus ojos ¡O quizás sí! Pero en todo caso ¿Por qué no tener un corazón simple, crédulo, limpio? ¿Por qué no? Acércate a Jesús con sencillez y dile: Necesito verte abrazándome, necesito conocerte ¡Sujétame en tus brazos de amor!


Compartiendo Habilidades

Bueno amigos, esto no será una historia muy larga, sino más bien un vídeo que como poco, nos tendría que hacer pensar algo acerca de esto: ¿No debiéramos los humanos ser un poco más "humanos"? (Valga la redundancia)

Habitualmente, cada cual hace las cosas esperando recibir algo a cambio, una recompensa, pero no todos tienen las mismas habilidades para conseguirla... Y para ello nos necesitamos unos a otros.

¿Por qué nos necesitamos unos a otros? Porque hay cosas que yo no puedo o no sé hacer, pero tú sí, y también puede suceder a la inversa. Si todos nosotros aprendiéramos a poner nuestras habilidades al servicio de los demás, de forma desinteresada, de seguro que no tendría que llegar a hacer esta pregunta: ¿Es posible que un par de chimpancés tengan algo que enseñarnos?


Compadecerse de otro no es una señal de debilidad como este mundo quiere enseñarte, sino de compañerismo y cooperación; ayudar a aquel al que otros critican porque creen que no merece nada o no sabe hacer nada, no es locura ni tiempo perdido, es amor...

Piensa por un momento si puedes hacer algo que beneficie a las personas que te rodean... ¡Y hazlo!

El Capellán

Cuentan que durante la Primera Guerra Mundial, un capellán se aproximó a un herido en medio del fragor y la peligrosidad de la batalla y le preguntó:

- ¿Quieres que te lea la Biblia?
- Primero dame agua que muero de sed –dijo el soldado.
El capellán le ofreció el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no encontraría más agua que esa en kilómetros a la redonda.
- ¿Y ahora? –preguntó de nuevo.
- Antes, dame algo de comer...
El soldado le hizo esta súplica al capellán con tan escasas fuerzas que aún tenía dificultades para pronunciar esas palabras, pero el buen hombre no se lo pensó, rebuscó e su mochila, y le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en ella. En cuanto el soldado se reanimó mínimamente, su boca se abrió de nuevo para derramar una nueva necesidad:
- Tengo frío, siento como si el calor huyera de mí...
Y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al terrible frío que calaba hasta los mismos huesos y cubrió al moribundo soldado.
-Ahora sí –dijo como pudo el malherido. Háblame de ese Dios que te hizo darme tu último trago de agua, tu último trozo de pan y tu único abrigo. Quiero conocerlo, pero seguro que está lleno de bondad...
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Muchos que usan la Biblia a menudo, piensan que han de predicar y evangelizar sin cesar... Es una hermosa labor, pero inerte, muerta, si no va respaldada por la verdad, por una vida coherente, que hace lo que dice, que practica lo que confiesa, que cree lo que expresa, y cuyo testimonio es guía en la oscuridad, como un faro en medio de la más densa niebla.

Si quieres dar fruto, si quieres que la gente conozca a Jesús a través tuya, vive de la forma que Jesús vivió, sé coherente en tu manera de conducirte... Y usa la Biblia para algo más que para pasearla los domingos de camino al templo.

Cachorros en Venta


En el Barrio de la Esperanza, había una pequeña tienda de mascotas, y su dueño, cada vez que tenía una nueva camada de perritos, avisaba colocando un letrero sobre la puerta que decía “Cachorros en Venta”, sabedor de que letreros como este atraen a los niños.

Cierto día, y recién colocado el cartel, Felipe, un niñito que no era del barrio, apareció en la tienda y se dirigió al dueño del establecimiento que estaba entretenido ordenando los piensos para animales.

- ¿Cuánto cuestan los cachorros? –preguntó Felipe.
- Entre cuarenta y cincuenta euros –replicó el dueño.
- Pues yo tengo... Cuatro Euros con treinta y ocho céntimos –dijo mientras rebuscaba monedas en su bolsillo ¿Puedo verlos, por favor?

El dueño sonrió al ver ese "dineral", pero a pesar de todo, dio un silbido y de la perrera salió Zolita, quien corrió por el pasillo de la tienda seguida de siete diminutas "bolitas de pelo" color canela. Pero uno de los cachorros se retrasaba considerablemente, pues no podía ir al ritmo vivaracho de los demás.

- ¿Qué pasa con ese perrito? –dijo Felipe señalando al cachorro que cojeaba rezagado.
- Verás –respondió el dueño de la tienda, el veterinario lo ha examinado, y ha descubierto que no tenía la cavidad del hueso de la cadera. Por eso está cojo, y siempre será así.
- ¡Estupendo! ¿Ese es el cachorro que quiero comprar!
- Mira pequeño, no entiendo por qué te gusta justo ese perrito, pero si de verdad lo quieres, no tienes que comprarlo, porque está, digamos... Defectuoso. Lo cierto es que había pensado incluso en sacrificarlo; de manera que si te gusta, te lo regalaré.
- ¡No quiero que me lo regale! -contestó el niño visiblemente molesto.

Tras un denso silencio, en el que Felipe miró directamente a los ojos del dueño de la tienda, le dijo mientras señalaba al cahorrillo:

- No quiero que me lo regale. ¿Acaso por ser cojo, ese perrito ya no vale tanto como los demás? Desde luego que no es así. Le pagaré todo su valor, lo que cobre por cualquiera de sus hermanitos. Pero si me lo permite, le daré todo lo que llevo encima ahora, y le traeré mi paga semanal, un Euro, hasta que lo haya pagado por completo.
- Perdona niño, pero déjame insistir en que no creo que sea la mejor elección el comprar justamente ese perrito. Ya te he dicho que nunca va a poder correr, ni jugar con normalidad, ni saltar contigo como los demás cachorros.

En ese momento, el pequeño se agachó y levantó el pernil de su pantalón para mostrar una pierna lisiada, retorcida, sujeta por una gran abrazadera de metal.

- Bien –replicó Felipe suavemente mientras no apartaba su vista del tendero. Yo tampoco corro muy bien, y el cachorrito necesitará a alguien que lo entienda ¿No cree?

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Vivimos en un mundo "standard" donde todo debe tener unas "medidas": Una talla de ropa, una altitud media, una ropa determinada que usar, un tiempo para hacer cada cosa... Todo tiene que buscar un cierto canon de perfección.

¡Apariencias, siempre lo mismo! ¿Por qué nos esforzamos en decidir lo que está bien y lo que no, según lo que nos indiquen nuestros ojos? Quizás parezca un topico, pero no estaría de más recordar que la apariencia cambia, se deteriora y se pierde, pero lo que está dentro de nosotros puede crecer a lo largo de toda nuestra vida, sin cesar.

Hay una altura interior, un crecimiento a veces no observado por los que nos rodean, pero juzga tú mismo: El tendero tenía más altura física que Felipe, pero ¿No demostró el pequeño mayor altura espiritual y humana que este "maduro" comerciante"?

Que no te engañen ni te encasillen: Tú vales no por cómo eres, sino por lo que llevas dentro... Y si algún día te decides a invitar a Dios a formar parte de tu interior y de tus decisiones... Tendrás una estatura inalcanzable...

Presentación

Bienvenidos a este nuevo blog. Esperamos poderte ofrecer pronto una página que pueda aportar a tu vida "vitaminas", cosas en las que pensar y que puedan enriquecerte en algún modo. Poco a poco iremos añadiendo historias curiosas, llamativas o cotidianas, con moralejas y reflexiones que puedan motivar tu vida, que te ofrezcan una ayuda para ser mejor (al que la quiera recibir...)

Habrá cosas para leer, e intentaremos crear archivos con formato MP3 para que te los descargues, libremente, de forma gratuita, sin que tengas que preocuparte por los derechos de autor... porque si Dios nos da algo de forma gratuita ¿Quién somos nosotros para cobrarlo? De modo, que cuanto encuentres en esta web, puedes copiarlo, publicarlo, reproducirlo, regalarlo, grabarlo, descargarlo, citarlo... con total libertad (sin intentar obtener ningún beneficio económico por tu parte, claro)

Algunas de estas historias son propias, otras las leí en algún sitio y las adapté para usarlas en esta página... pero considero que son anónimas, de uso "universal". Si alguien encuentra algo que piense que tiene "dueño" Solo debe comunicarlo para que lo eliminemos de este espacio. Pero recuerda, no hay afán de lucro en este sitio, solo intención de ofrecerte consejos que te sean útiles.

Las apariencias... empañan

Hace tiempo que no comparto historias por aquí, pero puedes leer muchas nuevas en el libro Las apariencias enpañan, una colección con más ...

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